Fuerza Shinobi
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Necesito hacer algo (?)

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Mensaje por Yakko Miér Mar 20, 2013 7:53 am

Las olas eran bestiales en ese punto, como si los tsunamis comenzaran a emerger en ese lugar, tratándose de un lugar épico, el cual seria otro campo de batalla para el joven que se hacia llamar caballero de piscis. Cuando el creía que las olas por fin habían cesado, una nueva le hacia recordar el lugar en el cual se encontraba, el gran mar. Dicho campo era famoso por su gran variedad de peces y sus kilómetros de profundidad que poseía el mismo. No quedaba otro remedio mas que el tratar de mantenerse en pie, el mar no ayudaba en absolutamente nada, pero que se le iba a hacer. No pudo tener objeción alguna respecto al campo de su batalla, los promotores del combate pactado habían especificado el lugar, así que un cambio inesperado no tendría nada de coherencia. El motivo de ese combate era nada mas y nada menos que un duelo por una tierra, bueno, no era una tierra en si, era territorio marítimo. El deber de un shinobi es obedecer a su aldea, no pensar, no hablar si no es preciso, vivir para ser usado. A pesar de tener sueños, esperanzas, y alguna vez una familia, todo lo antes mencionado moriría poco a poco si su trabajo no era realizado con cautela. Las misiones, por mas pequeñas que fueran, enriquecían de poco a poco la actualmente poderosa aldea de Kirigakure no sato, los individuos poseedores de las tierras mas desconocidas por el hombre normal, resurgirían después de su ausencia en campos de batalla, el descanso había terminado.

A pesar de su corta edad, el muchacho se jugaría la vida solo por un pedazo de mundo, por un troso de mar. Que sentido tiene todo esto? Lo mismo se preguntaba el muchacho. No se podía explicar el por que de las decisiones de su Mizukage, Kensuke. A pesar de creer que era un inepto para el cargo de líder de su villa, este ni hizo objeción alguna, sus delirios de grandeza no eran tan grandes como los de aquel miembro del clan Nimura. Pasaban las horas en aquel lugar retirado de todo rastro de humanidad , era sumamente dudosa una trampa de su enemigo, pues no había sitio en el cual esconderse, no había prácticamente nada. A no ser de que el mismo pudiese respirar bajo el agua, como antes se menciono, un ataque sorpresa seria prácticamente imposible. -Este es el ultimo trabajo sucio que hago para Kensuke. El pelear por un trozo de universo es..es..tan estúpido.- Dijo en voz baja, mirando hacia el cielo nocturno. El astro nombrado luna brillaba con intensidad, al igual que sus hijas las estrellas. Tintineaban al unisono de las olas, dando un aspecto algo tétrico a la misma agua, si lugar a dudas, un lugar en el cual no le importaría morir a Yakko. Las olas no dejaban de mover al joven de cabellos azules, pero esto no lo hacia perder su concentración, tenia la mente fija en el objetivo.

Por mas raro que se escuchara, el país retante a dicho desafió, era el de los vientos, enviando como emisario o rival, un miembro del mismo rango que el muchacho, para demostrar la aptitud de sus ninjas, y determinar cual es la mejor escuela, la de la arena, o la de la neblina. El miembro del clan Chimamire era indiferente a esos asuntos, no le interesaban en lo personal. claro. Siempre y cuando no lo involucrasen a el, pues era una verdadera molestia. Imaginarse a el mismo descansando en su hamaca, con la única distracción de los pájaros cantando, que hermoso. También, posiblemente, en su jardín. Atendiendo a cada una de sus flores, a cada una de sus coloridas rosas. Como se sabe, Yakko es un botánico experto, y posee su propio jardín en una de las pocas tierras fértiles de su aldea. Moriría por que el mismo estuviese intacto, lejos de todas las personas, lejos de todo individuo enemigo de lo natural, enemigo de lo bello. Para colmo, mientras este intentaba mantener su equilibrio en el agua, el cielo comenzó a llenarse de nubes, ocultando las anteriormente mencionadas estrellas, peno no pudiendo ocultar a la plateada y brillante luna. El brillo de la luna solo podía ser opacado con el fulgor de los ojos del muchacho, al recibir el reflejo de la misma, haciendo un juego de colores entre el azul oscuro del mar, el de sus ojos y el platinado de la luna.

Portando su armadura en su espalda, en un cajón de acero, era el medio de transporte mas rápido que se le pudo ocurrir al mismo. La preciada armadura dorada podía ser activada desde el cajón, la misma saldría disparada hacia el cuerpo del shinobi con tan solo jalar una cadena. El tiempo seguía pasando, posiblemente el armamento de individuo se mojaría, cosa que no quería. Es la ultima vez que pelearía en un campo como ese, o almenos eso se proponía. Sus nervios eran bastantes, pues el campo de batalla en el que se encontraba no le agradaba en lo absoluto, desde el momento que la embarcación que lo transporto hacia su actual posición en el mar, sabia que no seria un lugar favorable, ni para trampas, ni para nada en lo absoluto. Ni siquiera era bueno para su chakra. A pesar de ser un maestro en el dominio de la misma, el gasto innecesario de estar parado en peno oceano requería una cierta concentración, de la cual podría necesitar para otra cosa. Todo era incierto, solo faltaba ver como se desenvolvería en el transcurso de su combate, no restaba mas que esperar a su rival, a su posible asesino, y al posible ganador de la conquista de ese territorio marítimo. No importaba mucho si su muerte llegaba inesperadamente, su vida no significaba nada. Al no estar atado por algun tipo de lazo afectivo, su vida solo era usada como herramienta

Un barco pequeño pasaba a unos cincuenta metros, estaba muy lejos para poder logras divisarlo a detalle, así que solo se sabia lo que era, y la altura aproximada a la que se encontraba. Posiblemente el retante se encontraba en ese lugar, y hablando del mismo, solo se conocía su nombre. Alexis Raven. Eso no decía mucho de el, pero almenos era algo. Las nubes que anteriormente habían tornado de gris el cielo, comenzaban a llorar, como si se tratara de ángeles derramando lagrimas de tristeza, un escalofrió recorría el cuerpo de Yakko, debido a la primera gota de lluvia que había caído en su nariz, indicándole, o bien, así lo interpreto el, un día de muerte. Como vieja tradición o costumbre, en su clan, jamas nadie daba un paso atrás en una pelea, se decía que mas valía el honor que la vida. Se podía lograr la vida eterna con una gran hazaña, y era lo que el quería lograr, la vida eterna, lograr ser algo. Por democracia, cada hombre de cada familia de la niebla, debía marcharse a la guerra, y el padre de el ojiazul no fue la excepción. Haciendo honor a la tradición de morir en el campo de batalla, en vez de huir. Ya era hora de saldar cuentas con Kumogakure, ahora era personal. Su meta era atravesar a su contendiente con la belleza de sus rosas demoníacas, o lograr hacerle sentir muerto, lograr hacer que añorara el momento en el que su ultimo pedazo de alma escapara de su cuerpo. Si todo se llevaba a cabo conforme a los desquiciados pensamientos del joven, el infierno se miraría muy tentador. -Lo peor que puede ocurrir es que muera, y yo ya me siento muerto.-

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